Por: H. Sánchez Tapia
Texcoco acaba de perder uno de sus hijos que tuteló desde hace una década, Arnulfo Rubio Ríos, repentinamente, dejó huérfano al Expresso de Oriente, un periódico digital con siete años de vida, además, desde luego, del abandono involuntario a su hermosa familia.
No sólo hablamos de un simple periodismo, ni de un periodista más, que aún por su mera profesión podríamos encasillarlo como distinguido ciudadano, reportero escrupuloso, corresponsal agudo de la cotidianidad local ante la ciudadanía; hablamos de un hombre íntegro, de un experto informador, de un maestro del periodismo.
Michoacano de origen, comunicador de políticos relevantes, escritor, personaje con registro en la Enciclopedia de México, vino a refugiarse, para beneplácito de los texcocanos quienes a nuestra gran casa admiramos y elogiamos por su historia, por su cultura, por sus servicios educativos y por su tradicional población, fiestera, gentil y esperanzadora. Semanalmente leímos sus editoriales, sus aportaciones periodísticas, elaboradas con maestría y con estilo, como también con la conocida agudeza de su espíritu crítico, y el valor de hacerlo público.
Aunque no es el único periodista local que ha trascendido, me permito sugerir a nuestras autoridades municipales, desafortunadamente en condición post mortem como suele suceder, que en su memoria alguna obra pública, quizás alguna biblioteca, alguna plaza o algún jardín, lleve su nombre. Es una buena señal para los espíritus bravíos.